Uno de los principios fundamentales de la Programación Neurolingüística es la flexibilidad de la conducta. Más aun, la premisa dicta que “aquel que tenga mayor flexibilidad, es el que posee mayor ventaja dentro de un sistema”.
El argumento de “aquí siempre se han hecho las cosas así”, ya no es válido para la serie de cambios que estamos viviendo en nuestro entorno macroeconómico. La flexibilidad no solamente la deben tener los dueños de empresa, directores, gerentes, sino también los empleados, para entender que hay momentos en los que es necesario cambiar las políticas, y algunas normas para adaptarse a un entorno tan demandante como el que nos rodea.
A nivel gerencial siempre nos encontramos con comentarios como: “Es que al dueño no le importan las estrategias de recursos humanos, y está muy resistente al cambio.” Esto no es una excusa, ya que el trabajo del dueño o dueña de empresa precisamente es velar por la rentabilidad, y muchas veces eso implica ser resistente al cambio. Es normal tener miedo a cambiar las cosas, ya que al cambiar un elemento del sistema, puede traer consecuencias que probablemente no sea posible medir. Sin embargo, los cambios empiezan por uno mismo, y la competencia de liderazgo e influencia nos permitirán ir haciendo un trabajo meticuloso de reflexión, educación y motivación en nuestro entorno para que la presión de transformación se impulse de abajo hacia arriba.
Muchas veces subestimamos nuestro poder de influencia en nuestro entorno. Parte de esa flexibilidad está en cambiar la premisa de “no puedo hacerlo” por “¿Cómo puedo hacerlo?. Si ejercitamos el pensamiento con esta pregunta, nuestro cerebro nos dará la respuesta y nos orientará en el camino a seguir para lograr una diferencia en nuestro equipo.
Dulce Cova / Grupo DASA